Una vez que se detectó, “la enfermedad se desarrolló de manera rapidísima”. En apenas cuatro meses, primero le hicieron una radiografía en los pulmones y no se detectó nada, al poco tiempo estaba ya todo el cuerpo tomado, la metástasis extendida. “Hasta en radiología del HUCA se sorprendieron de que fuera un mal tan invasivo y rápido”. Es el testimonio de José Barros, hijo de un fallecido por amianto, material que ocasionó un desastre total en su familia: “provocó el sufrimiento de mi padre”.
Trabajó en la antigua Ensidesa, Aceralia, Arcelor… en contacto con el amianto. “Viendo el cáncer rarísimo que tenía”, el daño que estaba ocasionando, “hablando con CCOO, con el departamento de salud laboral” empezamos a estudiar el tema”: a pesar de que no se podía trabajar con amianto, se usaba, no se prevenía; se supo gracias a una gran investigación interna del sindicato.
José Barros tiene claro que su padre “no será el primero ni será el último”. El proceso para demandar a la empresa lo empezamos en vida, para que se reconociera como enfermedad profesional, para que a mi madre le dejaran algo digno. Cuando falleció tuvimos que volver a empezar. El Instituto Nacional de la Seguridad Social paró el proceso, al no haberse hecho una revisión presencial la burocracia nos perjudicó; se tuvo que volver a reconocer la enfermedad profesional. Recurrimos, y se ganó. Todo el proceso, el judicial incluido, nos lo llevaron desde salud laboral. Algunos compañeros que trabajaron con mi padre, que también trabajaron con amianto están con miedo.
Buscamos “resarcimiento moral”. Y es que, “los verdaderos responsables que sabían que se estaba utilizando el amianto. No hay una cabeza responsable.
Ir contra alguien es imposible”. Como dijo mi padre: “Estos hijos de puta sabían los que estábamos respirando y no hicieron nada”.